Las constantes imposiciones culturales y familiares, como la religión y los tabúes relacionados con la sexualidad, desde el punto de vista psicológico, pueden llegar a influir seriamente en las acciones de su vida personal, inhibisiones y preconceptos en sus desiciones. De lo contrario, asimilar una actitud rebelde e iconoclasta, pensando que de alguna manera se es libre, genera desaprobación en los demás, ya sean familiares o amigos, provocando un aislamiento voluntario y en algunos casos depresión.
No obstante, también se puede decir superficialmente, que la adolescencia es un estado de negación constante, negarse a adoptar el pensamiento complejo-animal del adulto, colmado de contradicciones y quimeras, justificado con la puntual frase "poner los pies en la tierra" para así hacer de lado la imaginación, la creatividad, los sueños; en fin, esas cosas que no tienen importancia. Por eso mientras se esté en ese capullo temporal, se puede jugar a vivir, a sentir y a soñar, prolongando cada vez más el supuesto "despertar"
